El colombiano Santiago Orjuela Laverde se define como un ‘detective de imágenes visuales’ en el diseño de la escenografía de algunos espectáculos teatrales de Broadway. Tras nueve años de aventura y aprendizaje en Nueva York, se está posicionando como una de las figuras emergentes con mayor proyección en las principales obras de teatros del circuito.
Escrito por: Luis Carlos Proaños O.
Hay una historia. Un día, un colombiano inmigrante, artista, soñador y optimista, se cuela, tras bambalinas, en la cima de la escena teatral de Estados Unidos. En Broadway, se empieza a hablar de dots, un colectivo del cual es fundador. Una de las obras que escenificó gana el premio Tony, un galardón al nivel del óscar, pero en el ámbito del teatro.
Y en ese momento no se da cuenta de lo que está consiguiendo. Tal vez por lo que él reconoce como un síndrome de impostor, o tal vez porque la vida y el curso natural de las cosas siguen, pasan días para darse cuenta de la importancia de lo que está haciendo. Hasta que se da cuenta y decide que es necesario expresarlo y ponerlo en palabras.
Así resume su presente el diseñador colombiano Santiago Orjuela Laverde. Dueño de una calidez humana perceptible a simple vista y de una sensibilidad para expresarse, este bogotano está empezando a cimentar una exitosa carrera en uno de los distritos teatrales más importante del mundo.
Junto a dots, un colectivo de diseño con sello inmigrante que creó junto al sudafricano Andrew Moerdyk y la japonesa Kimie Nishikawa, Santiago ha sabido dejar en alto el nombre del país con una clara intención de seguir destacándose y, por supuesto, de abrirle las puertas a las próximas generaciones que sueñan con tocar esas alturas.
Esta es la historia de cómo un colombiano que sueña en grande y decide burlar la rutina de las cosas preestablecidas para cambiar su vida en el backstage de las artes escénicas.
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Egresado de diseño en la Universidad de los Andes, Santiago empezó su trayectoria profesional durante un año y medio trabajando en producciones de cine y televisión en Colombia. También trabajó escenificando obras de Teatro y Ópera, algunas incluso en el histórico Teatro Colón de Bogotá. “Aprendí mucho y conocí gente increíble. Creo que me enseñó mucho de la vocación de crear espacios para contar historias”, explica.
“Necesitaba crecer en mi carrera, mirar nuevos horizontes. Seguir aprendiendo, volver a la academia”, recuerda.
Luego de varios años de desempeño profesional y de atravesar las peripecias que viven quienes se dedican al arte en Colombia, como la incertidumbre del freelancismo, decidió darle un giro a su vida.
Allí decidió que era el momento de dar un salto superior: el de migrar académicamente para estudiar una maestría en una universidad destacada del exterior. El objetivo era salir del ritmo de vida que llevaba acá en Colombia para que su desarrollo artístico tomara un nuevo nivel. “Necesitaba crecer en mi carrera, mirar nuevos horizontes. Seguir aprendiendo, volver a la academia”, recuerda.
En 2015 llegó a Nueva York, la gran manzana, para empezar su maestría en Design for Stage and Film de la prestigiosa Tisch School of the Arts de New York University (NYU). Un programa intensivo, de nicho, en el que al año cerca de 6 artistas de todo el mundo reciben la formación para especializarse en el exigente mundo del diseño escénico y cinematográfico.
Este programa tiene como objetivo enseñar a contar historias a través de una investigación meticulosa, la práctica disciplinada del arte, la exploración dramatúrgica profunda del texto, la creatividad sin obstáculos y el profundo respeto por las culturas y las identidades de las historias y los personajes.
Durante esos años, Santiago interiorizó todo lo que lo rodeaba para ser un artista más integral: su vivencia en una ciudad multicultural, su relacionamiento con las distintas formas de ver que tenían los compañeros de todas partes del mundo y el conocimiento que le brindaba el entorno.
“Es maravilloso lo que estamos logrando. Es una industria que ha sido dominada por el establishment pero que tiene ganas de cambiar. Eso se siente. Ha llegado una nueva generación con nuevas perspectivas”
En medio de todo este proceso, entendió que el background de lo que implica ser colombiano y latinoamericano ha influido de manera transversal en sus aportes al mundo de la escenografía teatral en Estados Unidos.
Agradecido con todas las partes que hicieron posible su sueño, Santiago reconoce la importancia de mantener la gratitud con COLFUTURO y con “todas las fichas que hicieron parte de esta ecuación”.
La pandemia afectó de manera sinigual al ámbito del teatro y obligó a cada uno de los integrantes de esta industria a reinventarse, para pensar en nuevas formas de contar historias. En medio de esos días de aislamiento y reflexión, Santiago buscaba las respuestas que le permitieran salir avante en medio de un país extranjero.
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Y un día nació el colectivo dots, en el cual juntó las experiencias y los sentidos de otros dos migrantes académicos, uno de Sudáfrica y otra de Japón. Luego de graduarse, en el momento de definir su estatus migratorio, y tras su trabajo en Tiffany’s como diseñador de vitrinas, Santiago se asoció con Andrew, compañero de maestría, y Kimie, para pensar en otras formas de trabajar dentro de la industria.
Llegó la pandemia: el cierre de fronteras y de los espacios comunes como el teatro. Con ello el momento de repensar como darles un giro a sus historias y cómo ingresar al American Theatre haciendo las cosas de otra manera. “La pandemia sacudió todo eso y nos motivó a trabajar en colectivo”.
"Es encantador porque con esto se entiende cómo reivindicar que las industrias creativas puedan darle calidad de vida a las personas. Uno como artista debe estar bien retribuido, bien tratado, bien apreciado".
Así fue como germinó esta idea, con el sentido de crear comunidad para crear un equipo que se escenifica en las obras de teatro. Allí Santiago es cofundador y diseñador principal de experiencias de cine, teatro, moda y artes performativas. En las obras de teatro, trabaja con el equipo que diseña la escenografía que se proyectará al momento de la interpretación de los actores.
Obra de teatro Appropiate, en la que trabajó Santiago
Justamente gracias a ese trabajo colectivo y al replanteamiento de muchas lógicas que trajo consigo la pandemia, lograron ingresar y ser parte del numeroso equipo que trabaja en las obras de Broadway. La idea era dejar de competir por los mismos trabajos y empezar a trabajar en conjunto para sacar adelante distintos proyectos.
“Es maravilloso lo que estamos logrando. Es una industria que ha sido dominada por el establishment pero que tiene ganas de cambiar. Eso se siente. Ha llegado una nueva generación con nuevas perspectivas”, explica.
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Con dots, Santiago ha trabajado en dos obras nominadas a los premios Tony, los Óscar del teatro, en la categoría de diseño escénico: Appropriate y An Enemy of the People. La primera recibió el galardón el pasado mes de junio. Además, han hecho parte de espectáculos de Off-Broadway, como el musical de Dave Malloy Three Houses y OH, MARY! de Cole Escola.
“Hay momentos como este para sentirse orgulloso y tomar una pausa para entender que logramos algo interesante. Es encantador porque con esto se entiende cómo reivindicar que las industrias creativas puedan darle calidad de vida a las personas. Uno como artista debe estar bien retribuido, bien tratado, bien apreciado. Que la voz de uno sea tan válida como la de cualquiera que está en la mesa. Lo que hemos logrado con dots es un poco establecer eso”, describe.
Es por eso por lo que, bajo el colectivo, transformó la forma de retribuir a los profesionales que trabajan allí. “De manera similar a una firma de arquitectura, dots toma los honorarios individuales que reciben de los espectáculos y los junta, pagando a los diseñadores y sus asistentes un salario constante. Esto es muy diferente de la forma típica en que se les paga a los diseñadores en el teatro: como son autónomos, los diseñadores reciben una tarifa fija por proyecto, lo que puede ser inconsistente porque depende de la cantidad de espectáculos en los que estén trabajando y del tamaño del espectáculo”; así explica un artículo de Playbill, revista estadounidense para los aficionados del teatro.
Todo esto es motivo de orgullo a distintos niveles para Santiago: el personal, el familiar, y por último el de país. “El orgullo de que mi mamá viniera a Estados Unidos, viera las obras y se sintiera feliz de eso es importantísimo. Y también es el orgullo patrio que a veces uno lo ve tan lejano. Algo como lo que sentimos por la Selección Colombia, pero a otra escala”, redondea Santiago.
Cuando los premios y el reconocimiento se hacen a un lado, queda otro aspecto que tiene una importancia invaluable: el legado y la postura que deja Santiago al interior de esta gran industria.
“Es sentirse nuevo y ser un outsider, pero verlo como algo positivo. Ahí es cuando la palabra representación tiene sentido. Uno se queja de que no hay suficientes historias que cuenten la perspectiva de personas como uno. Pudiendo estar acá puedes desde tu punto de vista contar la historia de Estados Unidos. Es súper interesante eso”, explica.
Su impacto y la huella tienen mucho que ver con eso. “Es una gran cuestión. A veces me pregunto cuál es mi impacto. Y digo que la representación lo es de una forma muy fuerte. La experiencia de ser migrante colombiano es fundamental. La forma como hago el trabajo, como pones tu punto de vista. Tenemos una historia particular, porque con Andrew los paralelos que hemos encontrado con Sudáfrica son una locura. He encontrado una voz que sí habla de Colombia. Ojalá fuéramos más.
Hay que ser ruidoso y decir: “nosotros nos merecemos un espacio acá”. Agradezco muchísimo. Soy fiel creyente de que todo el mundo tiene una historia merecedora de una obra de arte”, concluye.
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